lunes, 3 de junio de 2013

Todo se vale, no hay errores








Seguramente el movimiento en una expresión estética sutil y bella seria el ballet, donde rutinas cargadas de dinamismo, 
muchos ensayos y exquisita perfección
deleitan a sus seguidores, 
esta vez quiero contar justamente todo lo contrario.









Cuando en una especie de “calentamiento” que más bien yo le nombraría, preparando los motores, Erna nos daba las instrucciones comenzaba un nuevo proceso creativo, donde de toma conciencia de tus pasos, tus movimientos, en general de eso que te ayuda, facilita y entorpece, a veces, la vida. Tu cuerpo. Más que un montón de sustrato para anatomistas, el cuerpo guarda en si tantos misterios, tantos como las recetas de la abuela, o la mismísima medicina mapuche herbolaria.










Conscientes de lo que hay comienza una música que me transporto a mi pocas experiencias circenses, como espectador claro. Entonces con pequeñas rutinas movimos músculos, huesos y nervios, partes por separado, primero en secuencias que admito me constó montones seguir, pero si se trata de creatividad ¿Por qué no moverse respecto a lo que fluía en ese momento? La sorpresa venía luego. Intentando mover por separado tronco, brazos y cabeza, me resulto algo loco tratar de hacerle entender a mi mente que solo brazos quería mover, es difícil disgregar tu cuerpo, si es como un todo inseparable, a veces es necesario señores, a veces lo es…


Con todo más preparado y dispuesto, se nos separó en grupos,
 los que queríamos mover el bote hasta desfallecer, aquellos
 que justo aquel día quedaron aquejados por la vacuna,
 bendita vacuna contra la hepatitis B (lamentos profundos por
 tener que recibirla, pero gracias totales desde otra mirada),
y los que nos deleitaron con sus máscaras ya terminadas.


Así los que queríamos movernos quedamos en el auditorio, se movía como quería todo se valía, no habían errores, transmitimos para nosotros y todos los demás cosas inimaginables, particularmente alegría, fue mágico ver como se esboza una sonrisa, el trabajo de tu rostro para decirte que está feliz, que lo que estas sintiendo es grato, todo esto sin decir ni una palabra.



Creo que el grupo logro crear algo que no sé cómo explicar, es como si uno de los hermanos Grimm hubiese dejado en nuestros movimientos una frase y todos logramos narrar un cuento único y especial que para gusto o disgusto de los demás no volverá a ser contado ya nunca, se narró con nuestros meneos, espontáneos de aquellos momentos, fuimos parte y espectadores de él y ahí quedo la narración, se consumió como infinito recuerdo en  nuestras memorias y corazones, esperando haber sido un  aporte significativo a nuestro proceso creativo.
Vivido ello, fue turno de las máscaras que nos entregaron una dinámica no sé si extraña es la palabra, más bien podría decirle exclusiva, donde lo visto, escuchado solo quedó como un eco que se repitió en alrededor de 68 almas, donde cada una le dio un significado diferente, o quizás ninguno.
Para consumar la clase unas compañeras nos relajaron con armónicos sonidos para recordar.




"Nada es tan correcto, pues nada es tan perfecto, ningún árbol crece en su corteza tan recto..."
 Ana Tijoux- Quizás.

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