Dispuestos todos los espectadores, y en forma ovalada, depositaron
sus almas oyentes al espectáculo que estaba por comenzar.
Luego de varios dramas expuestos en el mismo salón, el público
presente era siempre distinto en la colectividad y diferente en la manera que
individualmente se apreciaba el evento presentado.
Los oyentes se veían inquietos, con la mente preocupada, y
no conectada con lo que se aprontaba a suceder, debieron dejar fuera del recinto
todo aquello que les perturbaba la conciencia y no la dejaba libre para experimentar
una nueva catarsis, nuevamente, imaginada.
Los actores, por otro lado se mantenían pacientes, y a la
espera de que el ambiente fuera el óptimo para presentar, un momento de larga espera
a la presentación, sirvió para que los asistentes canalizaran sus pensamientos
y por un momento olvidaran todo aquello que los aquejaba en esos momentos,
guardaron en sus bolsos las preocupaciones, el estrés y todo lo que puede
generar desconcentración.
Más de 10 expositores se mantenían de pie. Juntos, como un
elenco, pero esto era solo una falsa ilusión a los ojos de los presentes,
realmente se apreciarían más de 10 dramas, que para quien lo deseaba pudo
generar un gran espectáculo, en base a esos dramas.
El único insumo para el espectáculo era una imagen.
Una por cada
expositor.
Los espectadores a principio distinguieron personas en las
imágenes. Y encontraron una especie de introducción a lo que sería la ceremonia
propiamente tal.
Solo una imagen, una fotografía, la que que Susan Sontag
afirmaba que era una forma de mirar, no la mirada misma en sí. Su dicho, fue
justamente lo que se apreció sutilmente en un principio, ya más avanzado los
dramas, en una misma fotografía convergieron tantos hechos, sentimientos,
alegrías, dolores, recuerdos y más que miles de sensaciones y encontramos los
ojos perfectos conectados con mente, espíritu y corazón para apreciar lo que la
imagen ostentaba.
Cada imagen era un testimonio, el público estaba atento. Uno
de los asistentes dejo fluir por sus mejillas lágrimas. ¿Lágrimas? Habrán sido
de ¿angustia?, ¿alegría?, o tal vez conmoción ante lo exhibido. Ninguno de los
presentes lo supo.
Solo quien les escribe lo sabe, y tiene conciencia de lo que
fue.
Sé que cuando aquel espectador fue protagonista de su propio
drama no logró dejar fluir todo aquello que guardaba, y este, al parecer, fue
su momento, como si cada drama presentado ese día le tocara un pedacito de su
propio vivir y acontecer.
Puedo concluir mi crítica teatral de drama expuesto aquel
día, a que no hay mejor historia que aquella de la cual cada persona es
protagonista, y que escribe un guion en hojas de eternos recuerdos, que puede
compartir al público que él estime conveniente, pues no todos son óptimos de
apreciar con verdadero valor aquello que otro guarda, estas escenas son únicas
irrepetibles, no como muchas historias hollywoodenses,
son historias de la vida real, de la cotidianidad, de lo vivido con unos protagonistas
que no buscan fama, solo completar la historia.
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