martes, 23 de julio de 2013

Drama, la última presentación.

Dispuestos todos los espectadores, y en forma ovalada, depositaron sus almas oyentes al espectáculo que estaba por comenzar.
Luego de varios dramas expuestos en el mismo salón, el público presente era siempre distinto en la colectividad y diferente en la manera que individualmente se apreciaba el evento presentado.



Los oyentes se veían inquietos, con la mente preocupada, y no conectada con lo que se aprontaba a suceder, debieron dejar fuera del recinto todo aquello que les perturbaba la conciencia y no la dejaba libre para experimentar una nueva catarsis, nuevamente, imaginada.
Los actores, por otro lado se mantenían pacientes, y a la espera de que el ambiente fuera el óptimo para presentar, un momento de larga espera a la presentación, sirvió para que los asistentes canalizaran sus pensamientos y por un momento olvidaran todo aquello que los aquejaba en esos momentos, guardaron en sus bolsos las preocupaciones, el estrés y todo lo que puede generar desconcentración.

Más de 10 expositores se mantenían de pie. Juntos, como un elenco, pero esto era solo una falsa ilusión a los ojos de los presentes, realmente se apreciarían más de 10 dramas, que para quien lo deseaba pudo generar un gran espectáculo, en base a esos dramas.
El único insumo para el espectáculo era una imagen. 
Una por cada expositor.

Los espectadores a principio distinguieron personas en las imágenes. Y encontraron una especie de introducción a lo que sería la ceremonia propiamente tal.








Solo una imagen, una fotografía, la que que Susan Sontag afirmaba que era una forma de mirar, no la mirada misma en sí. Su dicho, fue justamente lo que se apreció sutilmente en un principio, ya más avanzado los dramas, en una misma fotografía convergieron tantos hechos, sentimientos, alegrías, dolores, recuerdos y más que miles de sensaciones y encontramos los ojos perfectos conectados con mente, espíritu y corazón para apreciar lo que la imagen ostentaba.

Cada imagen era un testimonio, el público estaba atento. Uno de los asistentes dejo fluir por sus mejillas lágrimas. ¿Lágrimas? Habrán sido de ¿angustia?, ¿alegría?, o tal vez conmoción ante lo exhibido. Ninguno de los presentes lo supo.
Solo quien les escribe lo sabe, y tiene conciencia de lo que fue.
Sé que cuando aquel espectador fue protagonista de su propio drama no logró dejar fluir todo aquello que guardaba, y este, al parecer, fue su momento, como si cada drama presentado ese día le tocara un pedacito de su propio vivir y acontecer.


Puedo concluir mi crítica teatral de drama expuesto aquel día, a que no hay mejor historia que aquella de la cual cada persona es protagonista, y que escribe un guion en hojas de eternos recuerdos, que puede compartir al público que él estime conveniente, pues no todos son óptimos de apreciar con verdadero valor aquello que otro guarda, estas escenas son únicas irrepetibles,  no como muchas historias hollywoodenses, son historias de la vida real, de la cotidianidad, de lo vivido con unos protagonistas que no buscan fama, solo completar la historia.

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