sábado, 25 de mayo de 2013

Emperifollar eso, que es más algo más que yeso.


Pasadas unas semanas, y vividas muchas experiencias, incluso de más de las que podría haber imaginado que sucederían en tan poco tiempo, y más aún, ejercicios tan enriquecedores que guardan consigo un contenido que aloja en lo más recóndito de mi mente y corazón, y que con cada clase voy reuniendo.
Luego de que muestras máscaras de yeso se encontraban en óptimas condiciones fue momento de dejar sumido en el yeso con forma de nuestros rostros el aderezo artístico que se nos ocurriera, lo que siempre nos pide Erna, “lo que fluya”.

Fue así como con lijas, pinceles, pinturas y demaces comenzamos a dejar en la máscara aquello que  fluía, para ello considere preparar mi material. Inicié cuidadosamente lijando los lugares ásperos que el yeso seco había dejado, apliqué  pasta muro para dar una textura lisa y suave a la careta y en esos instantes pasó por mi cabeza un pensamiento que aún no sé qué calificativo otorgarle, si sé que puedo comentarlo para generar por lo menos una idea que se acerque a lo que por ese instante se me ocurrió, y bueno, recordé mi primera reflexión sobre las máscaras, la cual apuntaba a el porque de una máscara ¿quién la construye?,¿ para que la debo usar?, ¿será necesario que la use?, y en fin miles de interrogantes, articulando eso, y buscando la razón de porqué estaba “arreglando” y “afinando” mi máscara pensé lo innecesario que a mi parecer eran esas intervenciones, si más que mal lo que se había secado por unas semanas no era más que mi rostro y ya, así de simple y potente a la vez, para mi sorpresa en ese momento era lo que fluía.





Continué agregando todo lo que se me ocurría, y aunque fue un lluvioso día, eso no fue causa para entristecer mi decorar, pues pensé que no puede ser nublado un momento si el sol está flameante en mi interior, creo que es una buena reflexión como para recordar en instantes de oscuridad y desesperación.

Adicioné a eso que es algo más que yeso, muchos colores, intensos y amigables entre ellos, en la parte superior donde se resguarda el séptimo chacra, diseños de múltiples colores, con una inmensidad de detalles, más abajo en el sexto chacra, donde aloja el tercer ojo que según el hinduismo, Agñá, como se le nombra,  el chakra del tiempo, la percepción espiritual y luz. Es simbolizado por un loto con dos pétalos. Intenté dar así a mi mascara un significado relativo a las energías que guardo conmigo y que algunas culturas de Asia concordaban con que  hay otros centros de energía corporal en otras tradiciones, incluyendo la medicina china, la cábala judía y el sufismo islámico, sabidurías que es enriquecedor conocer.
Ahora con mi máscara terminada, espero saber que uso le daremos en el ramo, por ahora, está a la espera de que una nueva ocurrencia la haga ser protagonista de una nueva y mística intervención.


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